Mazatlán, Sinaloa.- La Casa Haas se convirtió en un umbral sonoro que transportó a los asistentes al universo poético y conmovedor del Studio Ghibli. Con la magia de la música como vehículo, un selecto grupo de músicos dio vida a las memorias sonoras de películas que han marcado generaciones enteras. Fue un concierto íntimo, profundo y emotivo, donde la nostalgia se entrelazó con el virtuosismo.
Uno a uno, los músicos desplegaron un abanico de emociones en cada nota, con arreglos diseñados para orquesta de cámara que lograron una fidelidad conmovedora a las composiciones originales de Joe Hisaishi, el alma sonora de los filmes de Hayao Miyazaki. A pesar de la reducción instrumental, las melodías conservaron toda su grandeza, sensibilidad y belleza orquestal.

Entre los músicos, brillaron con luz propia:
Frida Zebadúa, violinista, quien no solo ejecutó con precisión, sino con una expresividad que parecía dar voz a los personajes animados a través de su arco.
Orlando Idovro, violonchelista, cuya interpretación profunda dio cuerpo y calidez a cada melodía, especialmente en los pasajes más introspectivos.

Marysol Calles, cuya excelente dicción musical y su presencia escénica cautivaron al público desde los primeros compases. Su interpretación fue un puente directo entre la emoción de las partituras y el corazón de los espectadores, especialmente en piezas como “Always with Me” de El Viaje de Chihiro y “Path of the Wind” de Mi Vecino Totoro, donde su expresividad fue absolutamente conmovedora.
Además del alto nivel interpretativo, el concierto ofreció una experiencia escénica completa. Los músicos se presentaron caracterizados: Frida Zebadúa lucía el emblemático moño rojo de Kiki, mientras que otros personajes como No-Face y Sophie caminaron entre el público, haciendo del concierto una celebración visual y emocional de la obra de Miyazaki.
Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la interpretación del tema de La tumba de las luciérnagas. El silencio entre el público era total, casi reverencial.
“Aunque es una película profundamente triste, habla del amor fraternal en medio de la guerra. Hoy, más que nunca, necesitamos reflexionar sobre esos temas”, apuntó el maestro Castellanos.
Además de la belleza sonora, el concierto dejó un mensaje claro: la música de Ghibli no solo acompaña las historias, sino que es parte esencial de su narrativa emocional. Cada melodía, cada silencio, cada acorde contiene los valores que inspiran a Miyazaki: la familia, la amistad, el respeto por la naturaleza y la memoria cultural.
Este recital fue más que un concierto; fue una experiencia sensorial que probó que las fronteras culturales se desdibujan cuando la música habla en el lenguaje universal del alma.
Con noches como esta, Mazatlán se confirma como un punto de encuentro para la sensibilidad artística internacional, y Casa Haas, como un recinto que abraza el arte sin importar de dónde venga.



